Sebastián era hijo de familia militar y noble, oriundo de Milán (263).
Fue tribuno de la primera cohorte de la guardia pretoriana en la que era
respetado por todos y muy apreciado por el Emperador, que desconocía su
cualidad de cristiano.
Cumplía con la disciplina militar, pero
no participaba en los sacrificios idolátricos. Como buen cristiano, no
solo ejercitaba el apostolado entre sus compañeros sino que también
visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo.
Fue a partir del encarcelamiento de dos jóvenes, Marco y Marceliano,
cuando Sebastián empezó a ser reconocido públicamente como cristiano.
Los dos jóvenes fueron arrestados y les fue concedido un plazo de
treinta días para renegar de su fe en Dios o seguir creyendo en Él.
Sebastián, enterado de la situación, bajó a los calabozos para dar
palabras de ánimo a los muchachos. A partir de ese momento, se
produjeron muchas conversiones y, como terrible consecuencia, martirios,
entre ellos el de los dos muchachos encarcelados, Marco y Marceliano.
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